sábado, 26 de marzo de 2022

Vuelo 714 para Sídney, el Tintin más Ibáñez.

Siempre he considerado Vuelo 714 para Sídney, el álbum de Tintin, que menos me gusta, una relectura hace unas semanas, me hace reafirmarme en mi pensamiento. Por un lado está el asunto de los extraterrestres, no tanto el hecho de que aparezca la mención a los mismos, y un platillo volante, a si como el tema de la telepatía. Asuntos sobrenaturales, que es cierto que no encajan en el mundo de Tintín, pero en otros títulos ya se tratan temas paranormales, como la clarividencia en Las 7 Bolas de Cristal o el vudú en El Templo Del Sol, pero si el hecho de que a los personajes les borren la memoria, que es como si esa aventura nunca hubiese existido para Tintin y sus amigos, tal vez hubiese estado mejor que estos hubiesen prometido a Ezdanitoff, no revelar la nada de lo sucedido, tal y como hicieron en El Templo Del Sol. Por otro está el trato que se les da las dos némesis, Allan de Haddock y Rastapopoulos de Tintin, ambos quedan relegados a meros bufones, una serie de tropezones, golpetazos, explosiones, etc., que causan desproporcionados chichones, ropas desgarradas, ojos hinchados, dientes rotos, convierten esas escenas en un humor mucho más parecido al de Francisco Ibáñez, que al de Hergé.

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